lunes, 19 de noviembre de 2012

Mac DeMarco: cigarettes are highly addictive

Si checan la cuenta de Twitter de Mac DeMarco, su imagen de fondo es nada más y nada menos que un collage de cajetillas de Viceroy. Estas cajetillas tienen una leyenda muy conocida por todos los fumadores que dice: "CIGARETTES ARE HIGHLY ADDICTIVE". El canadiense de 22 años hace música de suburbios, de tardes de bicicleta en barrios vacíos y de jóvenes sencillos que sólo quieren fumarse unos cigarrillos y dormirse en sillones todo el día. 

  

El mundo quiere quitarnos el placer de este lento suicidio que llamamos cigarrillo, un placer del que muchos formamos parte y del que disfrutamos todas las mañanas, después de cada comida, saliendo del cine o antes de dormir. Pero muy poca gente entiende nuestra relación con el cigarro. Mac DeMarco la entiende y la expresa muy cálidamente con su canción Ode to Viceroy en su nuevo disco 2. La canción no es nada más que lo que dice el nombre: un delicado canto a la destrucción de nuestros pulmones, al amor, el odio y el masoquismo que compartimos todos los fumadores. DeMarco entiende perfectamente que fumamos porque nos gusta, porque el cigarro nos acompaña en muchas situaciones a lo largo del día y más que un cáncer envuelto en papel arroz es también un amigo incondicional, más que un perro o un humano. 





Para mí, Ode to Viceroy es la síntesis de la música de Mac DeMarco. Su música es honestidad pero sobre todo es devoción a las cosas sencillas de la vida: amores universitarios, sueños incumplidos y cigarrillos prendidos. Yo pienso que en la vida también necesitamos un poco de trivialidad, de amor hacia las pequeñas cosas que tal vez no sean grandes ni importantes pero por lo menos son nuestras. Cada que escucho esta canción siento que es algo único y que en el fondo me encanta fumar. Por lo menos me gusta que Mac DeMarco le haya dado una oportunidad de brillar al cigarro, le dio la importancia que merece porque más que verlo como una adicción que nos va a matar lo ve como lo que es: un placer divino. 

El coro de Ode to Viceroy es un lema que sirve como himno para cualquier cigarrillo por prender a lo largo de nuestras vidas o por lo menos una opción para mi epitafio: 

"And oh, don't let me see you crying / 'cause oh honey I'll smoke you 'till I'm dying." 



domingo, 18 de noviembre de 2012

RESEÑA: CRYSTAL CASTLES - (III)


Crystal Castles
(III)
Universal; 2012

9.0

La portada de (III) es la fotografía del español Samuel Aranda, la ganadora del 2012 World Press Photo. Ésta muestra una mujer cubierta por una burka negra que sostiene en sus brazos a su hijo; herido por gas lacrimógeno durante las protestas en Yemen en 2011. Curiosamente, así se siente la música de Crystal Castles en instancias, como un arma bioquímica que hiere pero no mata.

Creo firmemente que el dúo canadiense es uno de los proyectos más representativos de la actualidad, son el estandarte de esta generación; perdida en el todo y en la nada del ciberespacio.
Crystal Castles es totalmente Siglo XXI. Sus dos primeros discos están llenos de Atari 8-bit madness, glitches y electrónica corrosiva. En sus conciertos, Alice Glass (cobijada en su playera de "Youth Gone Wild") fuma marihuana, se baña en alcohol y se avienta a un público que generalmente baila sumergido en strobe lights... pero como alguna vez cantaron unos genios mexicanos, TODO CAMBIÓ.


En realidad no, este último asalto no es un cambio, sino una evolución. Los de Toronto han crecido con cada disco, lo que sucede es que en este material el salto evolutivo es mucho más  aparente. Ethan Kath y Alice Glass regresan más enfocados, con un tercer disco más corto que sus predecesores, pero con mucho más contenido. Es una especie de lucidez y sobriedad dentro de los efectos de múltiples medicamentos.

Le había dado bastantes vueltas al disco antes de escribir esta reseña, pero decidí escucharlo una vez más, sólo que en esta sesión tendría las letras para acompañar las canciones. Las letras de Alice suelen pasar desapercibidas, probablemente porque su voz suena difusa, cortada, manipulada e inhumana en la producción de Ethan, ¿Realmente importa lo que grita esta errática persona que se esconde en la electrónica y las drogas? Sí, y no puedo enfatizar lo mucho que importa en palabras.

"Virgin cells to penetrate, too premature to permeate. They can't elucidate, never thought I was the enemy. I am the plague."


La primera mitad del disco es el filo de mil dagas atravesando tu pecho. Opresión lírica: explotación infantil, aborto, trata de blancas y abuso a la mujer; violencia en todas partes. Alice denuncia todo y logra invadirte con desolación absoluta. Todo esto culmina en "Sad Eyes" donde sinceramente el corazón se parte en mil pedazos. Es un sentimiento irracional; la impotencia que se siente escuchar una letra que hace alusión al uso de las burkas en el mundo árabe, y a su vez, la liberación que conlleva la fiesta electrónica que sostiene todo.

"She wears her veil at night, shadows cast uninvite. Discourage affection. Sad eyes, you can't disguise sad eyes."


En "Plague" y "Wrath Of God" destaca la destructiva producción de Ethan, esto no representa el resto del disco. Es un común denominador en (III) la rivalidad entre los arreglos y las letras. En comparación con los primeros dos trabajos del dúo, éste es mucho menos conflictivo en cuanto a la música; la producción es pulcra y tiene mucha calidad, ya no existe el lo-fi y el Atari en esta consola.

En la segunda mitad se encuentra "Telepath", una pieza instrumental que acentúa los beats de antro post-apocalíptico (piensen en el antro del Merovingio en The Matrix Revolutions) que han convertido a Crystal Castles en un live act tan caótico y espectacular. Esta canción sobresale en la menos opresiva segunda mitad, revuelve tu estómago, mente y alma con todo lo que es imposible procesar, con la oscuridad y porquería que a veces envuelve al mundo. 
En el final de todo espera paciente y silenciosa "Child I Will Hurt You": 

"Mercy we abstain. Hope you're entertained. Snow covers the stain. Forray forever."


(III) no es sólo el mejor disco de Crystal Castles, es una de las obras más ambiciosas del 2012. Son los minutos con mayor carga emocional de todo el año. Desde lágrimas, deseos suicidas y perdición total; hasta liberación, ternura y baile incesable. No puedo pensar en un trabajo tan humano como este, tan imperfecto como perfecto.